Soy una persona con inclinación casi patológica al perdón. Adicta a la frase: "el tiempo todo lo cura". En general me ha ido bastante bien en la vida siendo así. Me gusta darme cuenta de que al final todo pasa y que nada es tan grave como parece en un principio.
Lo malo señoras, es que no siempre el tiempo puede borrarlo todo de un plumazo. Quizá las heridas sanen, pero algunas cicatrices permanecen para recordarte que hubo un tiempo, que ahí dónde la piel ahora se junta, hubo antes algo que la había desgarrado...
Recientemente me he dado cuenta de que he estado a punto de cometer un error imperdonable. Olvidar. Olvidar que un día me sentí anulada, manipulada y ninguneada. A veces no sé si estoy más enfadada con la persona que me sometió a esa tortura o conmigo misma por haberme dejado. No sé ustedes, pero yo me considero una persona con un nivel cultural rayando en lo pedante en algunas ocasiones. Alguien que colecciona bastantes sellos en su pasaporte, y unos cuantos idiomas, aparte del patrio, con los que no me cuesta ningún esfuezo defenderme. En fin, que se me presupone cierta listeza, y sin embargo durante un largo período de tiempo hice gala de una estúpidez supina.
No es la primera vez (ni será la última) que le doy las gracias al Solete por haber aperecido en el momento justo. Por haberme ayudado a reconstruir los pedazos rotos a base de paciencia y cariño y sobre todo, de mucho sentido del amor, si, del AMOR... Y gracias a esa confianza recuperada, una día te levantas y te sientes en Comunión contigo misma y el universo. Ese día crees que te puedes reconciliar con todo y con todos, porque por fín eres FELIZ.
Sin embargo señoras, ahí está la trampa... Es maravilloso haber recuperado la FELICIDAD y la CONFIANZA. Pero el perdón para según qué personas no debe concederse a la ligera. Yo estuve a punto, como les digo... Pero hace poco ocurrió que por un malentendido absurdo con el Solete, salté como una gata en celo. Me faltó empezar a dar zarpazos, oiga. Y claro, el Solete, a cuadros. Cuando la tormenta pasó y me fui a mi rincón, me dí cuenta de lo que había pasado. La cicatriz pica, porque el daño que te han hecho es tan grande que salpica incluso a los que más quieres, y eso señoras, no tiene perdón.
Así que perdonar, si, pero a una misma, a una amiga que se le ha pasado tu cumpleaños, a tu hermana porque es tu hermana y eso está por encima de todo, y a ese vecino cabroncete que todos tenemos y que nunca se acuerda de saludarte. Pero recuerden, nunca, NUNCA perdonen a quien en vez de hacerles sentir princesas les conviertieron en sapos y les echaron barro por encima.
Les prometo que mañana, o pasado (ya hemos hablado antes de mi problema con la constancia...), escribiré algo más ligerito... De fácil digestión.
Mientras tanto, la última frase de este post se la dedico al Solete. Por ser un hombre de los pies a la cabeza. Y, qué narices, porque me quiere a rabiar, y yo a él, más.
¡Feliz comienzo de semana!
La mejor liberación es el perdón... besin guapa
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