Pues si señoras, por fín llegó el gran día, la primera Gran Boda de la temporada. Y menuda boda, además. De esas que te dejan sin aliento desde el principio. El novio, guapo reguapo para asombro de algunos, pero no para mí, que siempre supe ver el galán escondido tras el disfraz de montañero desaliñado. Ella, bonítisima... Con ese aura impoluta de las que se visten de blanco por convenciemiento y amor. Así que no hay duda, en cuanto la ví, se me hizo un nudo en la garganta y tuve que hacer muchos esfuerzos para no soltar una lágrima. Después de aplicar toda una paleta de grises a mis ojos para conseguir el "efecto ahumado" más me valía un poco de contención.
No faltó de nada.... Invitadas elegantísimas, algunas como auténticas divas de los años 50. Hombres de raya diplomática y gemelos, e incluso recuerdo haber visto a un "Pablo Alborán" que me ofreció callos a eso de las 00.00... (en las bodas de mañana las recenas son a esas horas...). Pero sobre todo, lo que más abundaba era el amor. Unos novios generosos como pocos que lo único que querían era que sus invitados (350 nada menos) se lo pasaran bien. Durante todo momento sentí que ese día, lejos de ser el suyo, era NUESTRO, porque así lo quisieron ellos. Dejaron a un lado el protagonismo impuesto por este tipo de ceremonias, y se convirtieron en los afintriones perfectos de reencuentros, confidencias y música de los años 90.
Y luego, ya se podrán imaginar, baile y más baile. Dando vueltas como una peonza por aquella pista resbaladiza en la que lo dimos todo a ritmo de los 80 y 90, pude comprobar como el tiempo pasa pero la gente no te olvida. Y de paso, yo a ellos tampoco. Amigos que dejas en otra ciudad, y que te has hecho por casualidad, casi por accidente, pero que al verlos de nuevo te sientes como en casa y te das cuenta lo mucho que los has echado de menos durante este tiempo.
Así que ya ven, una Boda en toda regla, con su "que se besen" incluído. Pero hubo un invitado sopresa que aunque intentó deslucir el magno evento, no lo consiguió. La lluvia se presentó desde primera hora de la mañana, del brazo del viento y vestidos de temperaturas bajas. Así que, esta menda, que iba un poco de primaverita, o sea, de paleta de la capital, se quedó aterida en el paseillo hasta la iglesia. Nada que no se solucionase en cuanto me tomé el primer vino.
¡Que vivan los novios, los padrinos y los amigos!
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